Antes de empezar mi práctica del yoga hace más de tres años pensaba que, como todo, era una moda pasajera. De repente, todos los expertos y los influencers más destacados del mundo healthy predicaban la práctica del yoga y la meditación. Parecía que no quedaba bien ser health coach y no hacer yoga, así que, después de pensarlo y meditarlo, decidí apuntarme.
Años atrás, muchos años atrás, practiqué unos meses el Kundalini Yoga, un tipo de práctica más enfocada en la respiración y la relajación. Debo confesar que me enganchó muchísimo durante un tiempo (unos seis meses aproximadamente), pero después me desenganché y lo fui dejando. Al apuntarme de nuevo a la práctica del yoga, lo hice con el pensamiento de mi anterior experiencia. Sabía que cabía la posibilidad de desengancharme de nuevo a los pocos meses, pero quería correr este riesgo. Sin embargo, confieso que los seis primeros meses que realicé la práctica de yoga me engancharon tanto que tenía ganas de sentir de nuevo esta sensación, aunque solo fueran algunos meses más.
Decidí cambiar de disciplina y empecé clases de Dharma Yoga, una mezcla de Hatha y Ashtanga, un tipo de práctica apta para todos los niveles y con un fundamento tanto físico como mental. No sé si es mi adorable profesora, una gran experta y un ejemplo de bondad y humildad a seguir, o si son las posturas, la música, el ambiente, la meditación… pero tras ir por mi cuarto año seguido, sigo enganchada como aquellos seis meses.
El yoga transforma, te transforma poco a poco sin apenas darte cuenta:
- Cambia tu cuerpo, lo hace mucho más flexible, de repente ves que te puedes tocar las puntas de los pies con las manos y las rodillas estiradas y ¡hasta tocas con la nariz a tus rodillas! Parece imposible, pero ocurre.
- Ganas agudeza mental, abres tu mente, dejas que tus pensamientos pasen de largo y aprendes a no pensar (¡lo que confieso que para mí sigue siendo imposible!), consigues pensar menos.
- Tu ansiedad se reduce, aprendes a aceptar lo que pasa y dejarlo fluir, sin apegarte a ello. El yoga te calma y aporta tranquilidad a tu mente, lo que te empuja a alejarte del drama en todos los sentidos.
- Te ayuda a evolucionar, a ver cierta conexión entre todo lo que te pasa, y te abre a nuevas maneras de pensar.
- Te ayuda a ser y estar más consciente, desarrollas más tu intuición y aprendes a ser más agradecido con todo aquello que te pasa y rodea.
- Te convierte en una mejor persona.
- Aprendes a meditar y ejercitas todos tus músculos. Mejoras tu elasticidad, favoreces el movimiento de tus articulaciones, oxigenas la sangre, masajeas tus órganos internos y realizas un ejercicio físico moderado/intenso.
Aunque confieso que hay días que cuesta más ir a clase, intento no faltar nunca porqué sé que en estos días es cuando más agradezco la práctica del yoga.
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